En la cuarentena surgieron en múltiples lugares del mundo grupos que señalaban a las medidas de los Estados para prevenir la propagación descontrolada del Covid-19 como represoras de las libertades de los individuos. Con esto se popularizó la idea de la libertad individual exacerbada como valor. Sin embargo, es una ficción. Sin Estado, sin instituciones, sin contrato social lo único que hay es una situación de naturaleza del “hombre lobo del hombre", donde simplemente opera la ley del más fuerte, la ley de la selva, del sálvese quien pueda. Eso no es libertad. En este contexto capitalista, es sin dudas la ley del mercado. Sin condiciones materiales no hay posibilidades de decidir nada, es decir sin trabajo, sin techo, sin comida, no hay decisión posible. De este modo, el proyecto de vida propio en verdad se enlaza con ese entramado colectivo que lo sostiene y lo hace posible, en la medida que asegura las posibilidades para crecer, para vivir dignamente. Los modos de gestión de las diferencias, el disenso en esa vida en sociedad, regulada por las instituciones, por la cultura, no puede bajo ningún punto plantearse a partir de la eliminación del otro.