Esta es la primera ocasión en que como movimiento social nos vemos enfrentado a un electorado de esa magnitud. De lo que hasta ahora hemos desprendido: es que la campaña por el Apruebo llegó tarde, el 6 de julio, un momento en que la campaña del rechazo llegaba meses instalándose, financiada. Llegamos en un momento donde la configuración del relato resultaba irremontable. En segundo lugar, que las fuerzas que impulsamos los contenidos transformadores del texto constitucional nunca tuvimos a la vista con el peso que era el plebiscito de salida. Es decir, que iban a asistir a votar sectores que no habían tenido ninguna relación con este álgido proceso de lucha política que había destinado un sector de nuestro pueblo. Por lo tanto, iban a ser parte no a partir de esta experiencia tan fuerte, tan cotidiana que estaba teniendo ese sector, sino que iban a tener acceso exclusivamente a partir de la televisión y las redes sociales. Y ahí lo que estaba más presente, y está documentado de todas formas en que han sido difundido y pagados, era el Rechazo. Para una persona que iba a votar por primera vez, que no tuviera participación política, bastaba prender la televisión o usar las redes sociales, pero para conocer el proyecto constitucional, los sentidos de las normas, desmontar las ideas fuertemente mente difundidas necesitabas tener al lado a un activista, a un militante, a una vecina o vecino que estuviera informado sobre el proceso. Esa desigualdad profunda marcó la elección.