El pasado 5 de mayo, en el barrio de Barracas, CABA, Justo Fernando Barrientos perpetró un crimen atroz contra la vida de cuatro mujeres lesbianas. De ellas, sólo sobrevivió Sofía Castro.
El pasado 5 de mayo, en el barrio de Barracas, CABA, Justo Fernando Barrientos perpetró un crimen atroz contra la vida de cuatro mujeres lesbianas. De ellas, sólo sobrevivió Sofía Castro.
Tras varias amenazas de muerte, el agresor llevó a cabo su ataque lanzando una bomba casera Molotov en la habitación de un hotel donde vivían, provocando un incendio que las envolvió en llamas. Testigos del lugar, aseguran que Barrientos se encargó de golpearlas y devolverlas al fuego mientras intentaban salir.
Insinuar que estos crímenes son eventos aislados, es ignorar deliberadamente las condiciones sociales y estructurales que subyacen a estos actos de violencia. Estos asesinatos no surgen de la nada, sino que son el resultado de un entorno cultural, social y político que perpetúa la discriminación, la exclusión y el odio hacia las personas de la población LGBTIQ+. Meses antes del incidente, hubo una demonización de las identidades lésbicas, destacada por el caso de Lucio Dupuy en los medios de comunicación. Incluso en las últimas semanas, hemos observado una intensificación en la difusión de discursos de escritores, periodistas e incluso funcionarios y funcionarias políticas que promueven el odio y la patologización de identidades diversas.
En este sentido, la muerte de estas tres lesbianas cobra un enunciado de exterminio traducido en esos cuerpos calcinados. Lo ocurrido en la habitación del hotel en Barracas es una manifestación de violencia extrema que nos obliga a interpretar estos signos de poder que buscan menoscabar y eliminar las identidades y existencias que disienten con los mandatos del “deber ser”.
En el particular, existió en el perpetrador un “leitmotiv” (motivación) manifestado en sus amenazas y ejecutado cuando tiró la molotov. Ya les había advertido que las iba a matar por lesbianas, y las terminó matando porque se vió avalado para hacerlo. Sin embargo es muy acotado sólo situarnos en la órbita del odio individual y subjetivo. Este crimen ocurrió en un contexto de permisión e impunidad del que se pudo valer su autor para ejecutar su muerte e imprimir un sentido específico mediante acciones violentas, marcadas en esos cuerpos.
Con la incorporación de las figuras de “femicidio” (artículo 80 inciso 11) y “odio a la orientación sexual, identidad de género o expresión de género” (artículo 80 inciso 4) como agravantes del Código Penal, se nos invita a comprender que el propósito fundamental de esta legislación fue abordar crímenes que reflejan una discriminación extrema en nuestra sociedad. Más allá de la comisión de un acto violento, se buscó instarnos a comprender estos delitos como fenómenos más complejos, arraigados en condiciones estructurales previas que generan un entramado de violencias interrelacionadas que culminan con la muerte.
El problema no radica solamente en las personas que matan lesbianas, maricas o travestis, sino en cómo se generan esas condiciones de permisión para que puedan matar.
Entre esas condiciones están las que genera un Estado mediante la eliminación de organismos cruciales para la construcción de sociedades sin violencia. Además de leyes que penalizan estos crímenes y son cruciales para disuadir y castigar a aquellos que incitan al odio, también es necesaria la promoción de políticas públicas que fomenten la igualdad y el respeto hacia las diversidades.
La posibilidad de pensar de manera crítica en estos conceptos ofrece una oportunidad para producir nuevas estrategias de abordaje sobre este tipo de violencias que inciden de manera negativa en las condiciones materiales de existencia de las personas afectadas por ella.
En este contexto es una obligación manifestarnos, ya que la peligrosidad se acrecienta cuando el odio que habita en el plano de lo discursivo, se siente legitimado por el contexto y se materializa de forma letal en la lesión y muerte de quienes hacemos de nuestras vidas, cuerpos e identidades una forma más de resistencia.
Hoy 17 de mayo, donde conmemoramos el día internacional de lucha contra la discriminación por orientación sexual e identidad de género, decimos que el discurso que fomenta nuestro exterminio, no es libertad, es odio. Justicia por Andrea Amarante, Pamela Cobas y Roxana Figueroa. Retroceder, jamás.
Abogado. Asistente de Coordinación de la Línea de Defensa y Litigio Estratégico en ANDHES
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